Fuente: Diario la República 03 / 03 /2025
El ingreso promedio mensual en Lima para mujeres es
S/1.773,2, representando solo el 73,3% del salario de sus colegas hombres,
acentuando la brecha de género existente.
En Perú, la informalidad sigue afectando en mayor medida a
las mujeres. Según el Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2024,
elaborado por la CEPAL, el 77,5% de las trabajadoras peruanas se encuentra en
la informalidad, una cifra superior a la de los hombres, que alcanza el 71,8%.
Esto coloca al país entre los cinco con mayor informalidad
femenina en la región, solo por detrás de Bolivia (86,4%), Guatemala (82,7%) y
Honduras (81%), y ligeramente por encima de Ecuador (71,1%). Asimismo, entre
los 32 países evaluados, los que presentan los menores niveles de informalidad
entre las mujeres son Uruguay, Santa Lucía y Chile.
“Las mujeres escogen carreras que les permitan flexibilidad
laboral, debido a su conexión con la casa”, afirmó Leda Pérez, profesora
asociada del Departamento Académico de Ciencias Sociales y Políticas e
investigadora del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico
(CIUP), a La República.
Doble trabajo, menores ingresos
El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI),
en su informe técnico Situación del Mercado Laboral en Lima Metropolitana,
basado en los resultados de la Encuesta Permanente de Empleo Nacional (EPEN),
reveló que en el trimestre móvil noviembre 2024 - enero 2025, el ingreso
promedio mensual en Lima Metropolitana fue de S/2.126,2, lo que representa un
incremento del 10,4% (S/200,1) en comparación con el mismo período del año
anterior (S/1.926,1).
A pesar de este crecimiento, la brecha de género sigue
siendo significativa. Mientras que el ingreso promedio de los hombres alcanzó
S/2.419,5, el de las mujeres fue de S/1.773,2, equivalente al 73,3% del salario
masculino.
"A ellas se les paga menos por la flexibilidad que
pueden requerir en torno a sus maternidades y porque, además del empleo
remunerado, suelen encargarse del hogar", explicó Pérez. "Por eso, en
muchas parejas heterosexuales, se decide que es mejor que el hombre trabaje
fuera del hogar porque será el que recibe un sueldo mayor por los tipos de
trabajo que consigue que pagan más y/o porque puede dedicarle más tiempo al
trabajo".
Bajo esta lógica, muchas optan por la informalidad para
compatibilizar sus responsabilidades familiares y laborales, señaló Alejandra
Dinegro, especialista laboral de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
(UNMSM). Gran parte se dedica al comercio ambulatorio, la producción artesanal
y servicios como costura o peluquería. Otras trabajan en la agricultura de
subsistencia y en microempresas sin contrato ni beneficios. Además, un número
considerable brinda cuidados a terceros sin regulación, en condiciones
precarias.
“La falta de regulación y apoyo estatal agrava su
vulnerabilidad económica, restringiendo su acceso a derechos y oportunidades de
crecimiento”, advirtió Dinegro.
La predominancia del autoempleo y las microempresas refleja
un modelo económico donde la informalidad no es una elección, sino una
necesidad, especialmente para las mujeres. La escasa oferta de empleo formal y
la débil fiscalización laboral perpetúan esta realidad. No es solo una
"cultura de la informalidad", sino la ausencia de políticas efectivas
para formalizar sectores feminizados.
Sin embargo, las expertas coincidieron en que la solución no
es reducir estos derechos, sino promover la corresponsabilidad con licencias de
paternidad equitativas y sistemas de cuidados accesibles que no sobrecarguen a
las mujeres.
“Contamos actualmente con la Ley 30709 y su Reglamento, que
prohíben la discriminación remunerativa entre hombres y mujeres y, de hecho,
establecen la necesidad de fijar salarios según reglas objetivas y mediante la
evaluación de puestos.”, señaló Karen Rodríguez, abogada laboralista, a este
diario.
Si el descanso afectara a hombres y mujeres por igual, las
empresas lo asumirían sin cuestionamientos, lo que evidencia que el problema no
es la licencia en sí, sino el sesgo de género en el mercado laboral. Garantizar
permisos equitativos para ambos géneros contribuiría a una distribución más
justa de responsabilidades.
8 de marzo
El Día Internacional de la Mujer no es solo una
conmemoración, sino un recordatorio de las desigualdades que aún persisten en
el mercado laboral. La informalidad femenina y la brecha salarial no son hechos
aislados, sino síntomas de estructuras discriminatorias que limitan las
oportunidades de desarrollo de las mujeres.
Exigir políticas públicas que fomenten la formalización y la
equidad en el empleo es una necesidad urgente, pero también lo es transformar
la educación y la cultura empresarial para erradicar los prejuicios de género.
“La lucha no es un capricho, es una cuestión de derechos”,
afirmó Dinegro, quien desde su profesión asegura haber enfrentado diversas
desigualdades a lo largo de su trayectoria laboral por tener que pagar derecho
de piso.
Para Karen Rodríguez, abogada especializada en derecho
laboral, el compromiso de las empresas es clave en la construcción de espacios
de trabajo equitativos.
“Es fundamental que los empleadores no solo cumplan con las
normas, sino que también fomenten culturas organizacionales que reduzcan la
desigualdad de género”, explica Rodríguez.
Más allá del ámbito legal, recalcó que el cambio debe ser
colectivo. “Cada acción suma. Como mujeres, debemos aportar a esta lucha para
que las generaciones futuras encuentren un entorno laboral más equitativo y
libre de barreras”, finalizó.
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